Ya sabéis todas mis seguidoras que detesto hablar de cosas mundanas y, por lo tanto, zafias. Pero a veces no queda más remedio, y no siempre es malo ensuciarse las manos con la inmediatez del mundo vulgar.
Hace un par de semanas estaba prácticamente hundida por dos noticias que me oprimían el corazón y los pechos, que me preocupaban hasta el punto de perturbarme el sueño e inducirme a tener que usar un atrapasueños para alejar las pesadillas.
Me estoy refiriendo, por supuesto, a los dos grandes males que nos acechan en estos días: por un lado, la inauguración del acelerador de partículas en Suiza y por el otro el preocupante viraje hacia el socialismo más descarado por parte de George Bush. Sobre lo primero, apenas hace falta decir nada: tal es la inconmensurable malicia con la que los científicos, esas máquinas de matar y profanar sin alma, han clavado en las entrañas de la Santa Madre Tierra ese descomunal aparato, ese órgano violador de metal y campos mangéticos, ese gigantesco aparato de tortura donde se desmenuza impíamente la materia, que nada de lo que diga podrá trasmitir el horror que millones de seres vivos sentimos el día en que el acelerador empezó a funcionar. Ese día Gaia chilló, traspasada por antinaturales energías, y todos los que Sabemos Escuchar compartimos su dolor. Incluso algunas pobres almas, hasta en el otro lado del mundo, se vieron empujadas al suicidio.
La cosa no podía quedarse así. Por cosas como esta se hundió Atlantis hace diez mil años. Había que tomar cartas en el asunto para impedirlo, y no me refiero solamente a formar parte de la campaña pública en contra del experimento. Como otros miles y miles de practicantes del esoterismo, yo participé en las ceremonias y rituales de magia blanca que esa noche se celebraron en distintos puntos del globo, conjurando a las fuerzas espirituales que comando para que actuaran en contra del dispositivo. No fue fácil, pero al final algo se logró, y el maldito acelerador se encuentra ahora parado por lo que sus cínicos amos llaman una "avería menor".
Ante esta buena noticia, pensé en llamar a esta entrada "una de cal y otra de arena", queriendo indicar que ahora mis preocupaciones mundanas no eran ya dos, sino sólo una.
Pero justo hace un rato, al salir de mi meditación de la tarde, he sabido gracias a Libertad Digital que el infame "plan Bush" de intervención económica había sido detenido por el Congreso de los Estados Unidos.
Soy una mujer de firmes creencias religiosas, espirituales, éticas y económicas. Defiendo la Naturaleza, el feminismo, el ecopacifismo, el misticismo y, sobre todas las cosas, la libertad. Y por lo tanto rechazo toda intervención del estado en la economía. Eso que pretendía Bush, amigas mías, tiene un nombre: socialismo. Menos mal que el Congreso se ha dado cuenta y ha parado los pies a Bush y sus amigos neomarxistas.
Lo he dicho en otras ocasiones y lo repito: la forma correcta de actuar ante esta crisis es la siguiente: no hacer nada. El mercado se regula solo. Es curioso que en esta ocasión Zapatero, ese individuo detestable, esté comportándose con más sabiduría que Bush. ¿Estarán ambos compichados? No descarto una alianza secreta entre ambos.
Pero no hay que preocuparse. Pasarán unos meses malos y comprendo que las personas que no tienen el mullido colchón económico del que yo disfruto pueden pasarlo mal. Pero todo eso es ilusorio: lo que realmente importa son los reinos del espíritu imperecedero. Y, respecto a lo otro, al igual que los ciclos naturales se suceden y la primavera sigue al invierno, la crisis pasará y florecerán de nuevo las iniciativas privadas.
En resumen, a pesar de las dos grandes malas noticias se comprueba que aún existe Esperanza en el mundo.
Paz y Amor,
Hace un par de semanas estaba prácticamente hundida por dos noticias que me oprimían el corazón y los pechos, que me preocupaban hasta el punto de perturbarme el sueño e inducirme a tener que usar un atrapasueños para alejar las pesadillas.
Me estoy refiriendo, por supuesto, a los dos grandes males que nos acechan en estos días: por un lado, la inauguración del acelerador de partículas en Suiza y por el otro el preocupante viraje hacia el socialismo más descarado por parte de George Bush. Sobre lo primero, apenas hace falta decir nada: tal es la inconmensurable malicia con la que los científicos, esas máquinas de matar y profanar sin alma, han clavado en las entrañas de la Santa Madre Tierra ese descomunal aparato, ese órgano violador de metal y campos mangéticos, ese gigantesco aparato de tortura donde se desmenuza impíamente la materia, que nada de lo que diga podrá trasmitir el horror que millones de seres vivos sentimos el día en que el acelerador empezó a funcionar. Ese día Gaia chilló, traspasada por antinaturales energías, y todos los que Sabemos Escuchar compartimos su dolor. Incluso algunas pobres almas, hasta en el otro lado del mundo, se vieron empujadas al suicidio.
La cosa no podía quedarse así. Por cosas como esta se hundió Atlantis hace diez mil años. Había que tomar cartas en el asunto para impedirlo, y no me refiero solamente a formar parte de la campaña pública en contra del experimento. Como otros miles y miles de practicantes del esoterismo, yo participé en las ceremonias y rituales de magia blanca que esa noche se celebraron en distintos puntos del globo, conjurando a las fuerzas espirituales que comando para que actuaran en contra del dispositivo. No fue fácil, pero al final algo se logró, y el maldito acelerador se encuentra ahora parado por lo que sus cínicos amos llaman una "avería menor".
Ante esta buena noticia, pensé en llamar a esta entrada "una de cal y otra de arena", queriendo indicar que ahora mis preocupaciones mundanas no eran ya dos, sino sólo una.
Pero justo hace un rato, al salir de mi meditación de la tarde, he sabido gracias a Libertad Digital que el infame "plan Bush" de intervención económica había sido detenido por el Congreso de los Estados Unidos.
Soy una mujer de firmes creencias religiosas, espirituales, éticas y económicas. Defiendo la Naturaleza, el feminismo, el ecopacifismo, el misticismo y, sobre todas las cosas, la libertad. Y por lo tanto rechazo toda intervención del estado en la economía. Eso que pretendía Bush, amigas mías, tiene un nombre: socialismo. Menos mal que el Congreso se ha dado cuenta y ha parado los pies a Bush y sus amigos neomarxistas.
Lo he dicho en otras ocasiones y lo repito: la forma correcta de actuar ante esta crisis es la siguiente: no hacer nada. El mercado se regula solo. Es curioso que en esta ocasión Zapatero, ese individuo detestable, esté comportándose con más sabiduría que Bush. ¿Estarán ambos compichados? No descarto una alianza secreta entre ambos.
Pero no hay que preocuparse. Pasarán unos meses malos y comprendo que las personas que no tienen el mullido colchón económico del que yo disfruto pueden pasarlo mal. Pero todo eso es ilusorio: lo que realmente importa son los reinos del espíritu imperecedero. Y, respecto a lo otro, al igual que los ciclos naturales se suceden y la primavera sigue al invierno, la crisis pasará y florecerán de nuevo las iniciativas privadas.
En resumen, a pesar de las dos grandes malas noticias se comprueba que aún existe Esperanza en el mundo.
Paz y Amor,
Moonstar